Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

viernes, 28 de junio de 2013

Eva, la vecina


Volvía yo a casa un día cualquiera, como muchos otros, sin saber lo que me esperaba en casa. Bueno, en realidad la mejor parte no iba a ocurrir en mi casa. Llegué y me encontré en el rellano a mi vecina, Eva.

Eva era una chica de mi edad, morena, con el pelo medianamente largo, un poco pasados los hombros. Tenía una carita angelical, muy guapa, con una sonrisa picarona en ella a todas horas. Sus ojos eran oscuros y penetrantes. Su cuerpo siempre dibujaba una bonita figura que despertaba el deseo de cualquier hombre. Sus tetas, aunque no eran muy grandes, siempre las lucía bien. Solía desviar miradas en el ascensor por culpa de sus escotes bien llevados. Unas piernas largas, bien depiladas, suaves y brillantes, remataban un cuerpo de infarto. Pero lo mejor de Eva era sin duda su culo. Un culo firme y bien puesto. Redondito y prieto. Su voz dulce y suave correspondía perfectamente a ese aspecto inocente de Eva. Sin embargo, por lo que había podido deducir alguna vez, de inocente tenía poco. Más de una vez había visto salir hombres de su casa por la mañana. Muchas veces sus pezones marcados en la camisa me daban la pista definitiva para saber que no llevaba sujetador. Alguna vez, al no poder apartar la vista de su culo, había podido ver asomando algún tanguita. Incluso alguna noche habían llegado a mi habitación los gemidos dulces de Eva cumpliendo los deseos de algún hombre. O varios. El hecho de imaginar eso junto a los gemidos que oía, había causado en alguna ocasión una sesión masturbatoria en honor a mi vecina. Cada vez que la veía me preguntaba qué pensaría si supiera que me he hecho pajas pensando en ella. Pensando en follármela en todas las posiciones posibles y todos los lugares imaginables.

sábado, 22 de junio de 2013

Kimberly, la azafata


Mi historia comienzo en un aeropuerto. Me hallaba yo en la puerta de embarque de mi vuelo, esperando a poder embarcar. Había tenido que volar por negocios y ahora me esperaba otro vuelo de unas 12 o 13 horas para volver a mi lugar de residencia, algo a lo que no estaba acostumbrado.

De repente, un desfile de azafatas rompió la monotonía de mi espera. Cinco azafatas, lideradas por tres hombres con aspecto de piloto, caminaban hacia la puerta de embarque. Cinco guapas azafatas, cada cual con mejor o peor cuerpo, pero sobre todas destacaba una preciosa rubia. Tal vez fuera porque su color de pelo era distinto al de sus compañeras, pero me pareció la más sexy de todas ellas. Empecé a imaginar a las orgías que se podrían montar esos tres pilotos con las cinco azafatas cachondas, y cuando volví en mí, ya habían embarcado y estaban empezando a embarcar los pasajeros.