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viernes, 28 de junio de 2013

Eva, la vecina


Volvía yo a casa un día cualquiera, como muchos otros, sin saber lo que me esperaba en casa. Bueno, en realidad la mejor parte no iba a ocurrir en mi casa. Llegué y me encontré en el rellano a mi vecina, Eva.

Eva era una chica de mi edad, morena, con el pelo medianamente largo, un poco pasados los hombros. Tenía una carita angelical, muy guapa, con una sonrisa picarona en ella a todas horas. Sus ojos eran oscuros y penetrantes. Su cuerpo siempre dibujaba una bonita figura que despertaba el deseo de cualquier hombre. Sus tetas, aunque no eran muy grandes, siempre las lucía bien. Solía desviar miradas en el ascensor por culpa de sus escotes bien llevados. Unas piernas largas, bien depiladas, suaves y brillantes, remataban un cuerpo de infarto. Pero lo mejor de Eva era sin duda su culo. Un culo firme y bien puesto. Redondito y prieto. Su voz dulce y suave correspondía perfectamente a ese aspecto inocente de Eva. Sin embargo, por lo que había podido deducir alguna vez, de inocente tenía poco. Más de una vez había visto salir hombres de su casa por la mañana. Muchas veces sus pezones marcados en la camisa me daban la pista definitiva para saber que no llevaba sujetador. Alguna vez, al no poder apartar la vista de su culo, había podido ver asomando algún tanguita. Incluso alguna noche habían llegado a mi habitación los gemidos dulces de Eva cumpliendo los deseos de algún hombre. O varios. El hecho de imaginar eso junto a los gemidos que oía, había causado en alguna ocasión una sesión masturbatoria en honor a mi vecina. Cada vez que la veía me preguntaba qué pensaría si supiera que me he hecho pajas pensando en ella. Pensando en follármela en todas las posiciones posibles y todos los lugares imaginables.

Navegando alguna vez por páginas eróticas de vecinitas sexys, me había fijado por si aparecía Eva, pero nunca tuve la suerte de verla en cueros. Sería guarrilla, pero no tanto.

Total, que salía yo del ascensor en mi piso cuando vi la puerta de en frente entreabierta, la de casa de Eva. Me asomé disimuladamente y la vi en braguitas pintando con un rodillo la pared de su casa. Vestía únicamente unas braguitas grises y una camisa azul anudada a la altura del escote. Subía y bajaba el rodillo pintando y repintando de blanco la pared de su habitáculo. Cada vez que se inclinaba para pintar la parte más baja de la pared, quedaba con ese pedazo de culo en pompa, provocando en mí el inmenso deseo de empotrarla contra ese muro recién pintado.

Paró de pintar por un momento, y decidí dejar de mirar descaradamente. Después de dejar mis cosas en casa, bajé a la portería ya que se me había olvidado mirar si tenía alguna carta en el buzón. Esperaba al ascensor para volver a mi casa, y cuando se abrió, apareció Eva, que se había puesto un pantaloncito blanco para cubrir esas braguitas tan sexys. Bajó y cogió unos cubos de pintura que había en la puerta del edificio, mientras yo le sujetaba la puerta del ascensor.

 - Hola Juan, muchas gracias. - Me dijo mientras subía al ascensor con un cubo de pintura blanca en cada mano.
 - Hola Eva, ¿qué tal?
 - Bien, bien... Pintando la casa, jeje.
 - Sí, sí, ya veo. - Dije, haciendo referencia a las manchas de pintura blanca que tenía en las manos, en la camisa y sobre sus piernas desnudas.

A mitad de trayecto todas las luces se apagaron y el ascensor se paró. Mi primer pensamiento fue maldecir el ascensor por dejarme ahí atrapado. Mi segundo pensamiento ya encaminó hacia una posible relación sexual con mi vecina en el ascensor. Mientras Eva soltaba palabrotas y pulsaba todos los botones del ascensor, por mi cabeza solo pasaban imágenes subidas de tono. Tanto fue así que de repente me encontré encerrado en el ascensor con la cachonda de mi vecina y una erección de tres pares de cojones. Yo seguía en mi mundo pero Eva notó mi excitación. Dejó de pulsar los botones y se acercó lentamente a mí arrinconándome contra la pared. Cuando ya estuve recluido entre su cuerpo y la pared, acercó su boca a mi oído derecho y murmuró:
 - ¿Y ahora qué hacemos, Juan?


Automáticamente toda mi sangre se dirigió a mi polla, haciendo que mi erección aumentará de tamaño. La punta de mi pene llegó a tocar la entrepierna de Eva, que estaba pegada a mí cuerpo con cuerpo. Percibí que ella lo había notado por la leve sonrisa que se dibujó en su cara, mientras no dejaba de mirarme a los ojos. Tenía los labios a escasos centímetros de los míos, y cuando creía que me iba a besar, me empujó contra la pared con la mano y se echó un paso hacia atrás. Puso ambas manos sobre el nudo de su camisa, y de un golpe seco llevó cada esquina de ella a un lado, liberando así sus tetitas. Tal y como yo había deducido, no llevaba sujetador. Se quedó inmóvil dejando sus tetas expuestas a mi vista durante unos cinco segundos, y luego se quitó la camisa del todo tirándola a una esquina del ascensor, junto a la pintura blanca. Entonces se acercó a mí rápidamente y me metió la lengua en la boca. Su lengua jugaba con la mía, mientras mi mano derecha empezó a jugar con su pecho izquierdo, a la vez que mi otra mano apretaba fuertemente su firme culo, al tiempo que su mano izquierda acariciaba mi pelo por detrás y su mano derecha se metía bajo mi pantalón. Su lengua acariciaba la mía al mismo ritmo que su mano masajeaba mi entrepierna. Sacó su lengua de mi boca, y sus dos manos fueron a parar a mi cinturón. Comenzaron a desabrocharlo. Ahora Eva me lamía y mordisqueaba el cuello. Y yo masajeaba su culo con mis dos manos bajo su pantalón. Dejó mi cuello para empezar a morderme la oreja. Sus manos ya me habían bajado el pantalón y los calzones hasta el suelo, y ahora usaba una para pajearme y otra para acariciar mis huevos. Deslicé su pantalón corto un poco hacia abajo y subí sus bragas colocándolas a modo de tanga. Separé entonces mi mano derecha de su culo, y volvió a él propinando un sonoro azote. Eva, que tenía su boca pegada a mi oreja, emitió un gritito muy sexy, ya que no se esperaba para nada ese azote. Sin embargo, la risita pícara que soltó tras el gritito me sirvió para saber que le había gustado, y me atreví a azotarla algunas veces más.

Cerré los ojos víctima de la excitación, y noté su lengua recorriendo mi cuello. Más tarde la noté en mi pecho. Seguía con los ojos cerrados mientras notaba su lengua que había llegado ya a mi ombligo. Lo siguiente fue notarla ya lamiendo mi capullo, lo que me provocó un estremecimiento. Lamía con suavidad la punta de mi polla, para después dedicarse a repasar cada centímetro del tronco. Cuando me decidí por fin a abrir los ojos, Eva tenía toda mi polla metida en su boca, y me miraba a los ojos lascivamente.

Primero usaba sus manos para pajearme y masajear mis huevos a la par que lamía y succionaba mi miembro. Después me dejé caer hasta sentarme en el suelo, y ella posó las palmas de sus manos en mis piernas utilizando únicamente su boca para darme placer.

Esta chica era una bomba. Llevaba completamente el ritmo mientras chupaba mi polla. Movía la lengua a la vez que sus labios recorriendo mi miembro viril. Ni por un segundo desviaba su mirada de mis ojos, manteniendo siempre el contacto visual. Y cuando utilizaba las manos lo hacía combinando perfectamente los movimientos con los de su boca. Eva era una auténtica chupapollas de primera. De no ser porque tenía miedo a que sonara un poco ofensivo, se lo habría dicho en ese momento.

Sin dejar de mirarme, se tragó mi polla entera, enterrándola en su garganta. E incluso en ese momento sacó su lengua y lamió mis huevos. Aguantó unos cinco segundos con mi polla metida entera en su boca, hasta que se la sacó entre toses.

Llevó entonces su boca a mis testículos. Lamía mis bolas con ganas, pero no dejaba de lado mi polla, la cual seguía pajeando esta vez con ambas manos. Ahora se dedicaba plenamente a mis huevos. Los lamía, los chupaba, los succionaba, los acariciaba, incluso los mordía levemente.

Acabó con mis huevos, y ya tocaba el turno del sexo. Estaba ansioso por follármela. Sin embargo, volvió a meterse mi polla en la boca para seguir succionando. Tras veinte segundos más de mamada tuve que literalmente apartarla porque no paraba de chupar, y yo no quería correrme sin habérmela follado.

Me levanté. La levanté. La llevé contra la pared opuesta del ascensor. La empotré de cara a la pared, empujando su cabeza con mi mano izquierda para así mantenerla en esa posición. Con la otra mano bajé sus pantalones y sus bragas hasta las rodillas, las cuales ella ya había abierto anticipándose a mis intenciones. Apoyé mi polla rebosante de las babas de Eva sobre su coñito ya descubierto, y empujé sin piedad para enterrarla dentro de su cuerpo, provocando un gemido muy dulce por su parte. Tras esta intrusión comencé a penetrar sin parar a mi vecina como si no hubiera mañana. Había soñado mucho con este momento y pensaba disfrutarlo. Poco después Eva acariciaba su ano con uno de sus dedos, para después ir metiéndolo dentro de él poco a poco mientras yo me la follaba.

Cada poco tiempo le proporcionaba un golpe a mano abierta en la nalga derecha. No sabía muy bien si le gustaba o solo me estaba dejando disfrutar. Mis dudas se disiparon cuando, abstrayéndose totalmente de que estábamos en un ascensor, la muy guarrilla gritó a los cuatro vientos:
 - ¡Azótame más fuerte!


Obviamente obedecí sin rechistar, y azoté su trasero con todas mis ganas sin dejar de follármela a buen ritmo. Ya eran dos dedos los que Eva tenía dentro de su culo mientras yo invadía su coñito. Dejé de darle nalgadas cuando vi que su culo tenía ya un tono rojizo, y algún dedo marcado en su piel. Le di seis o siete embestidas muy fuertes con las que mi torso azotaba su culo, y mis huevos rebotaban en su coño. Y tras estas embestidas se la metí hasta el fondo, aprisionando totalmente a mi vecina contra la pared del ascensor, con toda mi polla dentro de ella. Estuve unos cinco o seis segundos con todo mi miembro dentro de Eva, y ella me apretaba la mano con la suya.

La saqué de dentro. Ella se dio la vuelta, poniéndose de cara a mí. Cerré los ojos esperando otro apasionado beso con lengua, pero cuando los volví a abrir Eva ya no estaba. Miré abajo y la vi arrodillada de nuevo. Parece que quería saborear sus jugos vaginales. Se metió mi polla otra vez en la boca. ¡Madre mía como le gustaba a esta chica chupar pollas! Te despistas un momento y ya te la estaba mamando. Esta vez decidí llevar yo las riendas. Cogí a Eva de la cabeza y empecé a follarle la boca. Mantenía su cabeza quieta mientras mi movimiento de pelvis era lo que metía y sacaba mi pene de su boquita, provocando arcadas en alguna ocasión. La velocidad de mi follada bucal iba en aumento, pero Eva se dejaba. La apoyé contra la pared, teniendo ella toda la espalda y la parte de detrás de la nuca tocando con la pared del ascensor, y continué follándomela por la boca. Su propia saliva colgaba de su barbilla y caía entre sus tetas, resbalando por su barriga hasta el suelo. Metía mi polla entera en su boca, haciendo que mis pelotas rebotaran contra su barbilla. Su garganta parecía no tener fin. Inserté mi pene entero dentro de su garganta hasta que mis huevos entraron en contacto con su labio inferior, y la mantuve ahí unos segundos. Eva me cogió cada pierna con una mano, mientras arrodillada en frente mío y aprisionada contra la pared de un ascensor, tenía todo un cipote encallado en su garganta. Y ni por esas dejaba de mirarme fijamente a los ojos. Su mirada parecía decir: no tengo miedo a nada. Tras unos segundos empezó a apretarme más fuerte con las manos, sus ojos se fueron enrojeciendo y entrecerrando, hasta que llegó un punto en el que pareció que empezaba a pasarlo mal y la solté. La agarré del pelo y le di golpecitos en la cara. Una sonrisita suya me hizo aumentar la dureza de los golpes en su rostro, pero lejos de acobardarse ante tal acto, Eva se limitó a sacar la lengua. Aproveché ese gesto para darle algunos azotes con mi polla en su lengua.

Se levantó, y de un empujón me recostó en el suelo. Se sentó encima, de espaldas a mí, con las manos apoyadas en mi pecho, y empezó a follarme en una posición parecida a lo que en la industria del porno llaman cowgirl inverso. La verdad es que estaba cansado y sudando, y me vino bien dejarla hacer a ella un poco. Estuvo follándome unos minutos. Luego se lamió los dedos, los pasó por su ano, y apoyó este en la punta de mi pene. Despacio pero sin pausa fue introduciendo toda mi polla dentro de su culo. Cuando estuvo totalmente dentro, empezó a subir y bajar follándome de la misma manera que antes pero esta vez con su culo. De vez en cuando dejaba mi polla dentro y movía su cintura en círculos. Sus jadeos fueron en aumento y deduje que el momento de su clímax se acercaba.
 - Oh, sigue... Oh, sí, sigue Juan... - Jadeaba. - Oh, sí... Dame por el culo...


Yo comencé a mover mi pelvis de abajo a arriba a mucha velocidad. Ella ya solo gemía, no se movía, y sus brazos y piernas temblaban. A los pocos segundos llegó su gran orgasmo. Emitió un gran gemido y se desplomó sobre mi cuerpo sin fuerzas.
 - Los orgasmos anales son los mejores... - Susurró.
Eva esta exhausta pero yo aún tenía que correrme. Le di la vuelta, poniéndola boca abajo, y le volví a meter la polla en el culo. Eva, de cara al suelo, simplemente se dejaba hacer, y yo me follaba su culito buscando mi orgasmo.

Cuando noté que estaba llegando se lo hice saber a Eva. Me levanté, y ella se arrodilló delante de mí. Yo me pajeaba y ella solo me miraba y abría la boca. Estaba a punto de correrme cuando, sin ninguno esperarlo, las luces volvieron y el ascensor se puso en marcha. Eva se levantó y corrió hacia los botones. Paró de nuevo el ascensor y volvió a su posición esperando su recompensa. Un par de sacudidas más y empecé a eyacular.

El primer chorro cayó casi íntegro dentro de su boca, pero los demás fueron a parar al resto de su cara. Su precioso rostro se hallaba cubierto de mi semen, y la verdad es que le quedaba morbosamente genial. Recogió algo de corrida de su cara con sus dedos llevándoselo a la boca. Cuando tuvo una cantidad aceptable se lo tragó.

Pensé en que ofrecerle para que se limpiara pero cuando me di cuenta ya estaba limpiándose la corrida de la cara con su propia camisa, para después ponérsela. Nos vestimos y arreglamos antes de poner de nuevo el ascensor en funcionamiento. Cuando llegamos a nuestro piso la acompañé hasta su puerta.

 - Me gustaría repetir esto alguna vez. - Comenté.
 - Pásate esta noche si quieres. - Señaló con su angelical y dulce voz. - Y si mi culo me ha dejado de doler para entonces...


Y con esas palabras y un guiño de ojos cerró la puerta.

Tengo que decir que bendigo ese momento puesto que fue el comienzo de una gran serie de polvos con mi vecina. Siempre que está en casa está dispuesta a un folleteo salvaje, o uno rapidito antes de salir de cena. Cada vez que estoy caliente simplemente toco a su puerta. Quedo con ella incluso para ver películas, puesto que con lo que le gusta chupar, como mínimo me llevo una mamada mientras disfruto de la peli. Puedo decir orgulloso que la frecuencia con la que me masturbo ha descendido considerablemente, a no ser que cuentes las pajas que me hace Eva con la boca. A estas alturas me atrevo a afirmar que mi vecina ha tragado más semen mío que mi retrete. Y ese culo… ¡Por dios como disfruto follándome ese culo!






Eva publica mi relato en su página web.



2 comentarios:

  1. Me encanta este relato!!! No sé porque pero... me ha hecho mojarme bastante el leerlo... ;)

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