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martes, 6 de mayo de 2014

Sexo anónimo en la montaña



Dado el estrés al que estamos acostumbrados en la sociedad actual, de vez en cuando me gusta escaparme a la montaña para respirar aire puro, aclarar mis ideas y descansar del ajetreo de la ciudad. Siempre que puedo hago alguna escapada con amigos o novia, en caso de tenerla, pero si no es posible y realmente lo necesito no tengo ningún problema en irme un par de días a la montaña yo solo.

Tras una larga y dura semana en el trabajo, estaba deseando que llegara el fin de semana para una de mis escapadas. En principio iría con dos amigos, pero en el último momento les surgió algo y me tuve que ir solo. De todas formas, eso no suponía ningún problema para mí, y no iba a ser la primera vez.

El viernes por fin cogí mi mochila, me subí al coche y salí a la montaña. Dejé el coche en un parking bajo la montaña y empecé la aventura. Lucía el sol y las vistas eran inmejorables. Caminé casi toda la tarde por los bonitos paisajes parando solo a tomar un tentempié. Al acercarse la noche ya estaba cansado y encontré un lugar bastante llano donde poder montar la tienda y pasar la noche. Conseguí montarlo todo antes de que se fuera la luz solar, y me dispuse a hacer la cena.

Tras la cena a la luz de las estrellas, empezaron a caer gotas del cielo. Decidí recoger y meterme en la tienda por si llovía más. Efectivamente, cuando ya estaba metido en mi saco dentro de la tienda, dispuesto a dormir, oí como la tormenta aumentaba considerablemente. La lluvia golpeaba violentamente, pero no hacía mucho aire por lo que la tienda no corría peligro.

A mitad de noche me desperté de repente por el sonido de la cremallera de mi tienda. Se asomó una persona y me asusté bastante, pero me calmé al ver que se trata de una chica de mi edad.
- Gracias a dios, ¿me dejas entrar?
- Pasa, pasa. – Accedí yo.
La tormenta había empeorado considerablemente mientras yo dormía. La chica dejó sus cosas fuera y entró en la tienda. Estaba empapada. Mi tienda era grande y cabíamos los dos sin problemas, además de sobrar sitio para dejar cosas y que no se mojasen.
- Muchas gracias, menos mal. – Sonaba exhausta. – Soy Irina.
- Yo Juan. No te preocupes.
- En cuanto amaine un poco me voy.
- Tranquila. Si estás cansada puedes dormir aquí.
- ¡Muchas gracias Juan! No molestaré, y mañana a primera hora te dejo en paz.

No me di cuenta de lo atractiva que era Irina hasta que empezó a quitarse ropa dentro de mi tienda. Se fue quitando toda la ropa mojada hasta quedarse en sujetador y tanga. Yo fingía no estar mirando pero ante tal cuerpo era imposible no echar alguna miradita. Un cuerpazo increíble cubierto por varios tatuajes. Para mi sorpresa, sin darme la espalda ni taparse siquiera, se quitó el sujetador delante de mí. Me puse bastante nervioso al ver sus preciosas tetitas al descubierto. Se inclinó hacía su mochila para sacar una camiseta de ella, de tal forma que pude contemplar su impresionante culo en tanga en primer plano. Entonces Irina se puso la camisa y se metió en su saco, a mi lado. En ese momento yo hacía lo imposible por no tener una erección, por miedo a que lo notara.

Yo no podía dormir después de lo que acababa de ver. Pasados unos 10 minutos noté movimiento por parte de Irina, pero supuse que seguía dormida, hasta que noté la cremallera de mi saco totalmente bajada. Apenas pude decir nada ya que su mano empezó a rozarme hasta llegar a mi polla. Me la acarició suavemente. Ahí ya no pude más y me giré hacia ella. Me miraba lascivamente.
- No puedo dormir…
Tras decir esto pasó a agarrar firmemente mi miembro. Me pajeaba con firmeza pero delicadamente. Yo estaba alucinando. Soltó mi polla para desabrochar su saco y salió de él. Yo salí también del mío. Irina se abalanzó sobre mí y me besó. Metió su lengua en mi boca con muchas ganas. Nos besamos efusivamente. Luego Irina pasó a besarme el cuello. Lo lamía, lo mordía. Después mis hombros, mi pecho, mi ombligo. Mientras besaba mi cuerpo me quitó los boxers. Bajó hasta besar mi ingle. Y tras esto besó con amor la punta de mi polla, los lados de ésta, los huevos. Empezó a lamerla. Cada centímetro. Finalmente se la metió en la boca. Realmente Irina sabía lo que hacía. Manejaba perfectamente la boca, la lengua, las manos, los ritmos. La miraba y podía ver en su cara que disfrutaba haciéndome esa mamada. Ella también me miraba. Clavaba esos preciosos ojos marrones en mí mientras mi polla entraba y salía de su boca. Su saliva resbalaba por el tronco de mi miembro rociando mis huevos, los cuales Irina lamía de vez en cuando. Sin casi esfuerzo lograba meterse mi polla por completo en la garganta y provocarme un placer indescriptible. Ver la preciosa cara de Irina dándome sexo oral era una vista maravillosa.

Tras una húmeda mamada, Irina se volvió a abalanzar sobre mí para besarme. Sus manos tocaban todo mi cuerpo, y mis manos el suyo. Se sentó sobre mí y se quitó la camiseta. La echó a un lado y se quitó también el sujetador. Sus bonitas tetas volvieron a estar a la vista. Me encantaban. No pude evitar tocarlas, masajearlas, pellizcarlas, lamerlas, morderlas… Irina volvió a besarme, apoyando sus tetas en mi pecho. Cogió mi polla con una mano y con la otra se apartó el tanga a un lado. Llevó la punta de mi polla hasta su coño y se sentó sobre ella, metiéndola hasta el fondo. Un gemido tremendamente sexy salió de su cuerpo. ¡Dios, qué mujer! Irina me cabalgó moviendo extraordinariamente la cintura. Era impresionante. Saltaba sobre mí, movía la cadera en círculos, hacia delante, hacia detrás… Yo estaba en el cielo, y hacía lo que podía por retrasar la eyaculación.

Ahí estaba yo, follando con la potente Irina en una tienda de campaña, oyendo cómo llovía a mares fuera. Irina se movía dulcemente sobre mí mientras disfrutábamos del sonido de la lluvia sobre la tela de la tienda. Su sedoso pelo castaño liso caía sobre sus tetas, al tiempo que éstas botaban y botaban. Las caras de placer de Irina sólo hacían que ponerme más y más cachondo. Irina tenía un ligero aspecto inocente y de buena chica, pero con un toque de rebeldía que le daban sus tatuajes y su piercing de aro en la nariz.

Era un placer azotar su firme culo mientras mi polla entraba y salía de ella. De no estar lloviendo, esos azotes se oirían a distancia. Pero a ella le gustaban. Con cada azote salía de su boca un gemido de placer y su cara dibujaba una mueca que desembocaba en una sonrisa picarona.

Nos abrazamos y nos dimos la vuelta. Irina quedó tumbada boca arriba sobre mi saco de dormir, y yo sobre ella, entre sus piernas. Le quité del todo el tanga y le abrí bien las piernas. Volví a metérsela mientras le soltaba un par de besos fugaces. Notaba que no iba a durar mucho sin correrme, así que decidí emplearme a fondo para intentar que se corriera Irina. La follé con todas las ganas que pude, usando también los dedos para estimularla. De hecho, uno de mis dedos acarició delicadamente la entrada a su culo para luego meterse despacito y proporcionarle un extra de placer. Irina solo se dejaba hacer y se pellizcaba ambos pezones con los dedos. No sabía cuánto más podría aguantar. Sin embargo, poco a poco sus gemidos y suspiros se volvían más frecuentes y fuertes. Pude deducir que estaba a punto de correrse. Saqué fuerzas para seguir follándome a Irina hasta que emitió un chillido, se apretó fuertemente las tetas y tuvo un gran orgasmo. Noté todo su cuerpo temblando y una espléndida sonrisa en la cara de Irina, que se mordía el labio y no dejaba de mirarme.

Después de notar ese fuerte orgasmo, tras tres o cuatro sacudidas más, no pude seguir aguantando. Apenas había sacado la polla del delicioso coñito de Irina y ya empezaron a salir chorros de semen hacia su cuerpo. Los primeros chorros salieron con más fuerza llegando a mojar las tetas de Irina y su vientre. Después perdieron fuerza y cayeron sobre su coñito. Cuando acabé de correrme miré a Irina, que descansaba tirada en el suelo, cubierta de mi corrida. Pude advertir que tenía un poco en la barbilla, no sabía que mi eyaculación había llegado hasta ahí. Sin dejar de sonreír, sacó la lengua y relamió las pocas gotas que tenía alrededor de la boca. Se acercó a mí y besó la punta de mi polla, succionando las últimas gotas.

Yo me desplomé sobre mi saco. Irina se limpió con unos pañuelos que sacó de su mochila, y luego se tumbó junto a mí. Su piel blanquecina hacía que se notara visiblemente su culo muy rojo de los azotes y de toda la actividad sexual. El ambiente cargado por el sexo hacía que se estuviera caliente dentro de la tienda. Y así nos pudimos dormir desnudos, relajados y satisfechos, mientras oíamos cómo fuera seguía lloviendo.

A la mañana siguiente me despertó el sol sobre la tienda. Ya no llovía. Estaba solo y desnudo en la tienda. Ni rastro de Irina.




Este relato está inspirado en la actriz porno y directora Irina Vega y está dedicado a ella.




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