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jueves, 10 de julio de 2014

La fiesta de Navidad


La fiesta de navidad de la empresa se presentaba muy interesante este año. Había estado flirteando con la secretaria nueva desde que llegó hace un semestre, y qué mejor momento para meter ficha que en la fiesta de navidad. Ella se llamaba Lucía, pelirroja, de veintitantos años. Su par de tetas me alegraban la vista cada mañana al llegar a la oficina. Sus paseos por los pasillos con sus vestidos ceñidos me alegraban la jornada laboral.

Llegué al complejo reservado por la empresa para tal evento, vestido  de traje y corbata, muy elegante. Fui recibido a la entrada por algunos compañeros míos que ya habían llegado. Me senté con ellos y vi en la mesa de enfrente a Lucía, saludándome con la mirada y una amplia sonrisa. Saludé con la mano.

Tras una agradable cena nos levantamos de nuestras mesas para hablar unos con otros. Vi a Lucía levantarse de su mesa y andar entre los invitados. Llevaba un vestido largo, hasta las rodillas y de color rojo. Tacones a juego y labios pintados del mismo color rojo pasión que el vestido. Con un escotazo que invitaba a los presentas a dedicarle una paja. Su pelo pelirrojo recogido en un bonito y elaborado moño. En la mano llevaba elegantemente un Martini.

Pasó el tiempo y aún no nos habíamos dirigido la palabra. Pero no duraría mucho esa situación. En un momento en el que fui a la barra a por otra copa, Lucía se me acercó de sopetón. Me dedicó una sonrisa, acercó sus labios a mi oído y me susurró las primeras palabras que me dirigía en toda la noche:
- No llevo bragas para que te sea más fácil follarme…

Mis ojos se iluminaron y mi corazón se aceleró. Nos escabullimos entre la multitud cogidos de la mano y salimos al jardín trasero del complejo. Una vez allí nos apoyamos contra la fachada del local y nos comimos mutuamente. Nuestras bocas al fin disfrutaron de lo que llevaban ansiando desde hacía meses. Mi mano se coló bajo su vestido y acarició su pierna de abajo a arriba hasta llegar a la entrepierna, y comprobar que efectivamente no llevaba ropa interior. La mano de Lucía me había bajado la cremallera y agarraba mi polla con ganas. La quería. Lo notaba.

Di la vuelta a Lucía y la apoyé contra la pared. Levanté su vestido por encima de su culo. Ella ya jadeaba de la excitación.
- Sí… Vamos… Métemela…

Lo mojada que estaba bastó para lubricar mi polla conforme la fui metiendo en su interior. Entró entera sin ningún problema. Agarré a Lucía de la cintura y fui aumentando la velocidad y fuerza de las penetraciones. Ella apoyaba el cuerpo contra la pared, gemía y se dejaba follar.
- Del pelo… Tírame del pelo…

Sus deseos se hicieron realidad. La cogí del moño y tiré con firmeza pero con cuidado. Mi otra mano escapó hacía uno de sus pechos, para apretarlo y pellizcar su pezón. Parece que eso le ponía, así que lo hice varias veces. Las embestidas eran fuertes. Estaba empotrando bien a la secretaría.

La imagen era increíble. Mientras estaban todos reunidos en el interior del local, Lucía y yo estábamos en el jardín trasero. Ella empotrada contra la pared, con el vestido rojo subido por encima del culo y los tacones puestos. Yo, con el traje puesto, pero la polla saliendo por la bragueta y metiéndose en su cuerpo.

Llegó el momento.
- Me corro… - Dije entre jadeos.

Saqué mi polla de su coño, empapada en sus flujos. Empujé a Lucía hacia el suelo para que se arrodillara. Ella no se resistió. Cogiéndola aún del pelo con la mano izquierda, me pajeé con la derecha apuntando a su bello rostro de ojos azules. Ella vio mis intenciones.
- ¡No, no! ¡El vestido! ¡El vestido!

Podría haber hecho oídos sordos y correrme en su cara, pero algo me decía que no habría posibilidad de futuros polvos si manchaba de semen ese precioso vestido. Así que le metí la polla en la boca justo a tiempo para correrme, y descargué todo en su interior. De su boca salieron un par de toses provocadas por los primeros chorros directos a la garganta. Los siguientes, con menos fuerza, caían sobre su lengua. Lucía lo saboreó sin dejar de mirarme a los ojos. Aún sin sacarla noté como ella tragaba todo lo que había caído en su boca.

Por fin la saqué y, tras guardármela  en los pantalones, me senté en el césped. Una gota de esperma se escurría por los labios de Lucía, pintados de rojo pasión. La recogió con la lengua al tiempo que me guiñaba un ojo. Se colocó bien el vestido y se dirigió hacia el interior del local.



2 comentarios:

  1. relato increíble, pero se te colo una cosa, lucia primero era pelirroja y luego era rubia

    igualmente, impresionante

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    1. Coño! Error muy grave! Eso me pasa por no escribirlo todo del tirón el mismo día.

      Corregido. Muchas gracias!

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