Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Aprobado en familia


- ¡Adelante! ¡Bienvenido profesor!
Sara me recibió en la puerta de su casa con la simpatía y el entusiasmo que la caracterizan. Entré dubitativo a la casa. Segundos más tarde también aparecía su madre en el recibidor para darme la bienvenida a la casa.
- Muchas gracias. Por favor, llamadme Juan.
- Encantada. Soy Teresa, la madre de Sara.
En muy pocas ocasiones aceptaba dar clases individuales de repaso. Solo cuando consideraba que el alumno o alumna lo merecía por su esfuerzo. Esta era una de esas veces. Tras las presentaciones y un tour rápido por la casa, fuimos al dormitorio de Sara para iniciar el estudio.

Yo era probablemente el profesor más joven de mi facultad. Era mi primer año como docente. Sara era una joven universitaria de padres divorciados. Tenía un aspecto inocente y una chocante personalidad risueña y llena de energía. Sabía perfectamente todo el esfuerzo que hacía para aprobar mi asignatura, pero no había sido suficiente y ahora tenía que asistir a la recuperación del examen final. Por eso estaba yo allí para ayudarla.
- Disculpe profesor, me pongo cómoda y empezamos.
- Llámame Juan, de verdad.
A mí nunca me habían gustado esa clase de formalismos. Así bien en la universidad sí que requería un mínimo de autoridad y respeto hacia mi persona para poder manejar las clases, fuera de ella los evitaba.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Esposado al placer


Aun recuerdo esa increíble noche que empezó con un breve pero eficaz mensaje de texto.

"Estoy cachonda"

Viniendo de ti, me encendió al leerlo. Tú no te andas con tonterías respecto al sexo. Mi respuesta fue también breve pero igual de eficaz.

"5 minutos"

Llegué a tu casa jadeando y excitado. Había releído un par de veces tu mensaje por el camino, y te había imaginado de mil maneras. Apenas diez segundos después de llamar a la puerta, ésta se abrió lentamente. Al otro lado apareciste tú. Completamente desnuda. De los pies a la cabeza. Solo vistiendo una sonrisa pícara, y acariciándote el pelo suavemente. Tus pezones erectos parecían señalarme como tu próxima víctima sexual.

Entré con paso tembloroso por la excitación, sin dejar de mirar tu cuerpo descubierto. Tú no dejabas de sonreír. Sin decir una palabra ninguno de los dos, me cogiste la mano y me condujiste al dormitorio. Todavía recuerdo la visión de tu firme y redondo culo moviéndose frente a mí mientras me dejaba llevar por ti a través del pasillo en penumbra hacia una puerta abierta que daba la bienvenida a tu habitación. La erección en mi pantalón ya era considerable. Me relamía solo de pensar en el rato que iba a pasar. Algo que sabía seguro es que contigo no hay polvo malo.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Regalo de cumpleaños anónimo



Llego a casa por la noche, abro la puerta y me encuentro con seis jovencitas ligeras de ropa tiradas en el suelo y los sofás, chismorreando y riendo. Era mi compañera de piso y cinco chicas más. Todas en shorts cómodos y camiseta corta. La verdad es que me sentí un poco incómodo ante tal situación.
- Hola Juan. Éstas son unas amigas, no te importa que se queden a dormir, ¿no? No haremos ruido. Y entre la habitación que hay libre, la mía y los sofás, no hay problema de espacio. - Dijo mi compañera de piso al darse cuenta de que había llegado.
- Hola. No, tranquila, no hay ningún problema.

Mi compañera era una chica medianamente atractiva. No era un pibón, pero no estaba mal. Entre nosotros no había nada sexual pero sí mucha confianza. Ella ya se había paseado alguna vez por la casa en bragas sin importarle que estuviera yo, y alguna noche la había oído gemir y decir guarrerías cuando traía algún chico a casa. Lejos de avergonzarle, a la mañana siguiente me contaba los mejores detalles.

De las otras cinco había tres morenas, una rubia y una de pelo castaño. Una de las morenas tenía una impresionante delantera. Con esa camiseta corta y ajustada se notaba que no llevaba sujetador, e incluso se le marcaban ligeramente los pezones. Otra morena estaba tumbada boca abajo en la alfombra, y le salía un culo respingón increíble, apenas cubierto por los shorts. La última morena no la vi muy bien, ya que estaba sentada en el sofa de espaldas a mí, pero su rostro era precioso. La rubia tenía un pelo muy bonito, y unos ojos claros que me enamoraron al posarse en los míos. Sus pechos eran de tamaño medio pero redonditos y de buen ver. Su camiseta era más corta que la del resto y dejaba el ombligo al aire, luciendo un brillante piercing. Y la quinta chica tenía su pelo castaño recogido en una coleta. Sus tetas también eran grandes. Estaba sentada en el suelo de espaldas a mí, y eso me permitió ver un seductor tanga morado asomando por su pantaloncito. Cinco tías buenas medio desnudas en mi salón.
- Nos ha dicho que hoy es tu cumpleños... - Comentó felizmente una de las morenas.
Yo asentí sonriente. Las cinco chicas me felicitaron al unísono mientras mi compañera de piso sonreía, ella ya me había felicitado por la mañana.
- Gracias a todas. - Dije sonriendo como un niño. - Ahora me voy a dormir que llego cansadísimo.
Nos despedimos y me metí en mi habitación. Una vez acostado oía las risitas de las chicas y susurros ininteligibles. Sin embargo estaba realmente cansado y no me molestó en absoluto para dormirme, lo cual sucedió a los pocos minutos.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Las 5 reglas de la entrevista



Aunque ya tenía un trabajo, la oportunidad que se presentaba era demasiado buena como para no intentarlo. Un puesto en una empresa mayor que la suya, en el sector al que ella se dedicaba, marketing y publicidad. Mejor sueldo, mejor prestigio, mayores comodidades, empresa con buena reputación, más cerca de su casa, con posibilidades de llegar alto… Todo eran ventajas.

Así que allí estaba ella, sentada en una cómoda silla al lado de una puerta en la que estaba escrito “Recursos Humanos”, y frente a una secretaría que no paraba de teclear en su ordenador. Vestida de forma elegante y formal, Lucía llevaba falda de ejecutiva, tacones y blusa blanca. Pelo recogido en una coleta, labios abrillantados y gafas de pasta, aspecto habitual cuando se trataba de temas laborales.

El teléfono sonó. La secretaría interrumpió su enérgico tecleo para contestar a la llamada. “Sí, señor. En seguida.”. Eso fue todo lo que dijo antes de hacer un gesto a Lucía para que pasara. Algo de nerviosismo había en su cuerpo, aunque en general Lucía era una persona muy tranquila. Se caminó hasta la puerta que le estaba abriendo la secretaría y se adentró en la oficina de recursos humanos. Dentro esperaba sentado un hombre de mediana edad, no llegaba a ser viejo pero definitivamente demasiado mayor para Lucía. Se levantó para dar la mano a la candidata al puesto y le pidió que tomara asiento.