Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

viernes, 26 de diciembre de 2014

He sido muy mala (Especial Navidad 2014)



Durante estas navidades participé en un voluntariado para sorprender a los niños durante las vacaciones. Vestidos de Santa Claus y con la colaboración de los padres, los voluntarios aparecíamos en las casas haciéndonos pasar por el entrañable personaje y dando regalos a los niños, cuyo mayor presente era en realidad conocer al auténtico Santa Claus.

En uno de esos días ejerciendo del hombre del Polo Norte visité a una familia en particular. Al llegar a la casa estaban celebrando una especie de fiesta navideña familiar. Todos estaban disfrazados. Di la sorpresa a un gracioso grupo de niños que lucían divertidos disfraces como muñeco de nieve, reno, copo de nieve, etc. Después de toda la farsa, me invitaron a quedarme entre ellos. Beber algo, comer galletas, etc. Dada la insistencia de los pequeños niños no tuve más remedio que obsequiarle con la presencia de Santa Claus un rato más.

Tanta bebida navideña pasó factura y pregunté por el baño. Uno en el piso de abajo y otro en el piso de arriba. Busqué el baño de abajo pero estaba ocupado y mi vejiga no me permitía esperar, así que subí las escaleras en busca del servicio de la planta superior. Fue fácil encontrarlo dado que todo el mundo estaba abajo. Después de aliviarme, me desabroché el disfraz y me refresqué un poco. Me lo volví a poner como tocaba y salí del baño.

En la puerta me encontré de bruces con una jovencita de pelo castaño ondulado que chupaba una de esas piruletas típicas de navidad. Llevaba puesto un disfraz extremadamente sexy de elfina, el personaje famoso por ser ayudante de Santa Claus. Un disfraz con muy poca tela.
- ¡Hola Santa! – Exclamó antes de presentarse como Sonia, la prima de uno de los niños.
- ¡Ho, ho, ho! – Respondí metiéndome en el papel.
- Santa, ¿crees que soy muy mayor para pedirte lo que quiero por Navidad?
- Nunca sé es demasiado mayor para el espíritu navideño.

domingo, 21 de diciembre de 2014

La oficial Bonilla



El preso apellidado Santana, sentado en una cutre silla de plástico gris y con las manos esposadas a la espalda, tensó todos sus músculos mientras se corría a borbotones en la boca de la oficial Bonilla. La oficial de la penitenciaría sacó después la grotesca polla del presidiario de su boca y escupió con mala cara el semen en el cubo que había a su lado.
- Cómo te gusta, eh morena… - Dijo el preso ya satisfecho.
- Esto solo es trabajo. Créeme que no disfruto lo más mínimo metiéndome tu sucia polla en la boca. Y recuerda que estás hablando con una oficial, cuida tus palabras.
- Lo que tú digas. Pero creo que ya sé cómo has llegado a tal rango…
Ante tal comentario, Bonilla agarró con la mano la polla de Santana, apretándola fuerte. Él hizo una mueca de dolor.
- Las pollas que yo me coma no son de tu incumbencia, escoria. Solo tiene que importarte conseguir más información para que siga comiéndome la tuya.
- Sí, señora… - Contestó el preso conteniendo las lágrimas.
Bonilla soltó la polla. Santana respiró aliviado.

La oficial se levantó y sacudió el polvo de sus rodillas.
- Bueno, habías hablado de contrabando de cocaína. – Siguió la oficial mientras se enjuagaba la boca con agua.
- Sí. No sé cómo lo hace pero Rodríguez tiene algún contacto fuera que le pasa la materia. Ya le he visto haciendo intercambios con varios internos. Yo mismo le compré un poco para ver lo que era. Cocaína, sin duda.
- Muy bien, Santana.
Tras recibir la información, Bonilla le quitó las esposas. Santana se levantó y se guardó la polla dentro de su mono naranja de preso. La oficial abrió la puerta de aquella sala insonorizada e invitó al presidiaria a salir.
- Hasta la próxima, Santana.
- Quizás a la próxima pueda disfrutar de mi recompensa sin estar esposado.
- Ni lo sueñes. No me fío de ti ni un pelo. Ahora vuelve a tu celda.

El método de la oficial Bonilla para conseguir información era poco ortodoxo pero eficaz. Santana acudía a ella en cuanto se enteraba de algo para conseguir su recompensa, y por supuesto no podía contarlo porque estaría destapándose como chivato.

martes, 16 de diciembre de 2014

El casting anal



- Adelante, pase.
Lucía entró en aquella oficina y cerró la puerta tras de sí.
- Tome asiento. – Dijo el hombre sentado a la mesa, señalando una silla con un gesto con la mano. – Gracias por presentarte al casting Lucía.
- Un placer.

Tras una rápida presentación, el director del casting le hizo algunas preguntas relacionadas con el papel al que aspiraba Lucía. Y una vez terminadas las preguntas, le dio una hoja de papel y le pidió que hiciera una breve interpretación del guión. Lucía lo hizo, y bastante bien. Sin embargo, la cara del director no presagiaba nada bueno.
- Vale, bien. Te llamaremos. – Dijo al final con resignación.
- Bueno… ¿He estado bien?
- La verdad es que no me convence tu interpretación, pero tal vez te llamemos para una segunda audición.
- Espera… Puedo ser más convincente…
- Lo siento, con lo que he visto es suficiente.
- No me refería a eso…
- ¿Qué crees que puedes hacer que me convenza de darte el papel?

viernes, 12 de diciembre de 2014

Pervertidos y atrevidos


Copa en mano, respiraba aire fresco en el jardín de la casa. Disfrutaba de la fiesta en un chalet. Todo era gente joven a mi alrededor. Jóvenes con ganas de pasárselo bien. Eso y alcohol, una mezcla peligrosa. Había salido fuera para descansar unos minutos de la multitud y la música alta del interior de la vivienda.

Observaba a las personas que había en el exterior, hasta que mi mirada quedó clavada en una chica. Menuda mujer. Mis ojos analizaron todo su cuerpo. Las botas y medias de rejilla que adornaban sus piernas hasta llegar a una minifalda negra lo suficientemente corta como para retener mi mirada unos segundos más de lo habitual. Una camiseta holgada de un grupo punk, dejada caer hacia un lado, mostrando la tira de un sujetador negro en su hombro derecho. Su cara… qué guapa. Preciosa. Un rostro adornado por un septum en la nariz y dilataciones en las orejas. Ojos interesantes. Labios que incitaban a besarlos. Todo ello presidido por un precioso pelo corto, por los hombros, de una combinación de azules y verdes.

No era la primera vez que la veía. De hecho, nos conocíamos. En realidad algo más que eso. Habíamos tenido nuestras aventurillas. Los dos éramos (y somos) un par de pervertidos y nos gustaba disfrutar el uno del otro. Se llamaba Ailyn, era un poco más joven que yo, y cómo me ponía… Aunque esa no era mi forma de vestir ni mi “rollo”, ese look alternativo suyo me encantaba. Su personalidad agradable, divertida, extrovertida, atrevida y picante, hacía que la atracción que provocaba en mí no fuera solo física.

jueves, 4 de diciembre de 2014

El despacho de la profesora cachonda


Sergio era un incomprendido en la universidad. Sus escasas dotes sociales hacían que no tuviera casi amigos, y que los inútiles de turno se rieran de él en ocasiones o le hicieran la vida universitaria más difícil. Alguna vez le habían gastado alguna broma pesada solo para divertirse. Sergio, siempre con su timidez, las aguantaba como podía y se conformaba con sobrevivir.

Una noche, Sergio se quedó hasta tarde estudiando en la biblioteca de la facultad. Cuando ya no pudo con más temario, recogió todo, lo metió en la mochila y encaminó la salida. Salió de la biblioteca y atravesó los oscuros pasillos inhabitados a aquellas horas. De repente, una voz le sobresaltó.
- Mirad quien anda por aquí…
Sergio se giró y se encontró con tres chicos de los que siempre se metían con él.
- Ven con nosotros. Tenemos que contarte algo. Pero necesitamos un sitio privado.
El que dijo eso pasó el brazo por encima del hombro de Sergio y le condujo por el pasillo. Decía tonterías que Sergio era casi incapaz de entender por lo nervioso que estaba. Los otros dos chicos iban por delante, intentando abrir cada puerta que encontraban, pero todas estaban cerradas. Una se abrió y le hicieron pasar dentro. Sergio no estaba seguro de aquello pero prefería hacerles caso antes que enfrentarse a ellos.

Apenas había dado dos pasos dentro de aquella sala cuando oyó como la puerta se cerraba detrás suyo. Intentó abrirla pero los otros chicos lo impedían desde el otro lado. Uno de ellos atrancó la puerta de alguna manera que Sergio no llegó a averiguar, y se fueron entre risas.
- ¡Espéranos ahí! ¡Ahora volvemos y te lo contamos! ¡Jajajajaja!
A los pocos segundos dejó de oírles. Volvió a intentar abrir la puerta, pero sin suerte. Entonces miró a su alrededor. Parecía un despacho. Por los papeles que había en la mesa descubrió, para su horror, que era el despacho de su profesora María. María era posiblemente la profesora más joven de la facultad. Además estaba muy buena. Era común entre los alumnos hablar de ella como la profesora que todos se querrían cepillar. Sergio sabía muy bien cómo era María. Su imagen le había servido para sus pajas en incontables ocasiones.