Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Un regalo para Santa Claus (Especial Navidad 2015)


Ya era Navidad. Aunque era época de vacaciones, yo aproveché para ganar algo de dinero extra trabajando algunos días en un centro comercial. Sí, yo era el Santa Claus del centro comercial. Vestido de rojo, con barba postiza y relleno en la barriga, me sentaba en un sillón mientras los niños hacían cola para sentarse en mi regazo y pedirme regalos. Un coche teledirigido, una bicicleta, una casa de muñecas, un balón de fútbol, un monopatín... Todos tenían claro lo que querían por Navidad.  Junto al sillón disponía de una caseta ambientada para parecer la casa de Santa Claus, y en la que pasaba los descansos fuera del alcance de más niños. Era un trabajo repetitivo pero lo llevaba bien.

Mi tercer día como Santa Claus de centro comercial fue diferente. En el segundo turno, la cola de niños deseando hablar con San Nicolás se terminó antes de lo previsto, así que aproveché para tomarme el siguiente descanso. Sin embargo, aún no me había levantado de mi sillón cuando se acercó a mí una joven de veintipocos años. Tenía el pelo rubio recogido en una coleta y vestía pantalones vaqueros largos y ajustados, una buena chaqueta cubriendo toda su parte superior del cuerpo y una bufanda roja alrededor del cuello.
 - Esto es solo para niños. - Le dije.
 - Seré rápida. Solo quiero pedir mi regalo de Navidad.
Su bonita sonrisa me paralizó durante unos segundos y para cuando pude reaccionar, ella ya estaba sentada en mi regazo.
 - Está bien... Dime, ¿qué quieres por Navidad?
Ella estaba sentada en mi pierna derecha, girada hacia mí. Me pasaba el brazo por detrás hasta apoyarlo en mi hombro izquierdo. Su pierna rozaba ligeramente mi paquete, según mi opinión, de forma voluntaria. El aspecto decente y reservado que transmitían sus ojos claros y su tez juvenil, se contradijo totalmente unos segundos después. Acercó sus labios a mi oído y me susurró su deseo.
 - Lo que quiero por Navidad es...  - Hizo una breve pausa y, mientras me agarraba disimuladamente la entrepierna, concluyó. - Una buena polla.
Mi corazón dio un vuelco. Sin saber qué decir, miré instintivamente a los lados, pero nadie se fijaba en nosotros. Cuando me calmé un poco le seguí el juego.
 - Pero, ¿has sido buena este año?
 - Pues la verdad es que he sido un poco mala. No lo puedo evitar, Santa, me encanta tener una polla en la boca.
 - Si has sido mala no tendrás regalos.
 - Pues castígame, Santa. Prometo tragármelo todo como una buena chica...
Su erótica sonrisa tras esa frase me puso tremendamente cachondo. Entonces se levantó de mi regazo, me cogió de la mano y tiró hacia mí llevándome a la caseta de madera en cuyo buzón a la entrada estaba escrito "Claus". Me dejé llevar por aquella joven, no sin antes colocar en el sillón el cartel que decía "Santa ha ido a vigilar a sus elfos. Volverá enseguida."

martes, 15 de diciembre de 2015

El día después



La luz de la mañana entrando por una rendija entre las cortinas despertó a Lucía. Los rayos de sol provocaban un bonito destello en uno de los piercings de sus pezones. Abrió los ojos lentamente y se quedó pensativa. No recordaba nada de la noche anterior, y un agudo dolor de cabeza le sugería que el alcohol podría ser la causa. Estaba completamente desnuda en su cama. Tenía en la boca un sabor raro pero familiar. El culo le ardía. Las sábanas olían a sudor. Se movió hasta el borde de la cama y apoyó los pies en el suelo. Al levantarse notó las piernas muy cansadas. Fue hasta la puerta con los ojos entreabiertos por la molestia de la luz solar y salió de la habitación.

Caminó hasta el baño sin siquiera preocuparse por pasearse desnuda frente a las ventanas abiertas del salón. Prefería alegrar la mañana a un vecino antes que enfrentarse a la intensa luz que entraba por ellas. Por el salón se encontró con su ceñido vestido azul tirado en el suelo. Pensó que cuando se le pasara el dolor lo recogería. Al llegar al baño se miró al espejo. Tenía ligeras marcas en el cuello y los pechos. Se los acarició. Solía hacerlo, le encantaban los pechos femeninos. La dureza de los piercings en sus pezones rascó las palmas de sus manos. Al darse la vuelta vio que sus nalgas aún conservaban un color rojizo. Se acarició el culo, esta vez casi por compasión. Su imaginación voló intentando adivinar qué había pasado la noche anterior. Sentía como si le hubiera atropellado un camión, o como si se hubiera follado a todo un equipo de rugby. Ese pensamiento provocó un vuelco en su corazón. Dos amigos suyos jugaban a rugby. La posibilidad de aquella locura le aumentó el dolor de cabeza, así que se metió en la ducha y abrió el agua fría. Notó que el agua casi helada limpiándole el cuerpo, después de lo sucia que parecía haber sido la noche anterior. "¿Cuántos jugadores hay en un equipo de rugby? ¿10? ¿15? Joder, 15..." Solo podía pensar en eso. Se imaginó a 15 hombres musculados a su alrededor, con enormes miembros apuntando hacia sus indefensos agujeros. Una mezcla de terror y excitación le sacudió.

Se duchó intentando borrar ese pensamiento de su cabeza. Se puso el albornoz y volvió a la habitación. Sus ojos ya se habían acostumbrado de nuevo a la luz. De camino recogió su vestido y lo llevó a la habitación. Al volver a entrar al dormitorio y verlo con claridad se dio cuenta de que estaba echo un asco. Vio su sujetador rojo tirado en el suelo. También las bragas a juego, pero estaban rotas. Y junto a la cama dos condones usados. Al menos solo había dos y no quince, pero Lucía no las tenía todas consigo. En la mesilla había algo. Se acercó y vio que era un dispositivo USB. Se extrañó porque no era suyo.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Limpieza a fondo



Ding dong. Me levanté del sofá y recorrí con calma los pocos metros hasta la entrada. Abrí la puerta y me encontré de bruces con un ángel. Un precioso rostro angelical de piel tersa y blanquecina era la carta de presentación de una jovencita de veintipocos años con un aspecto inocente solo alterado por un piercing estilo septum en la nariz y un tatuaje detrás de la oreja. Su sedoso pelo castaño caía a la altura del pecho y lo adornaba un mechón rebelde de color más rubio cayendo por el lado izquierdo. Sus penetrantes ojos marrones, a juego con el cabello, brillaban transmitiendo dulzura.

Un enérgico y risueño "¡Hola!" me hizo reaccionar ante la hipnosis que había ejercido sobre mí. Se presentó como Shelly. Era la chica que me mandaba la agencia. Había decidido otorgar la tarea de limpieza de mi piso a una agencia, y Shelly era la chica que me habían mandado. Si lo hubiera sabido, les habría llamado mucho antes.

Entró a mi piso cargando una bolsa. Le dije que le dejaba trabajar y volví al sofá, donde yo también estaba trabajando frente a mi ordenador. Pasó un rato y no me percaté de que Shelly se había cambiado de ropa hasta que se puso a limpiar los estantes de la pared frente a mí. Se me quedaron los ojos como platos al verla llevando un vestido sexy de doncella, extremadamente ligero de tela. Atuendo digno de película porno. El vestido de sirvienta estilo francés (de french maid), blanco y negro, con su delantal por delante, la falda suficientemente corta como para solo cubrir el culo y el escote suficientemente pronunciado como para presumir de dotes. Todo ello culminado con el típico lazo blanco en la cabeza a modo de diadema. Además, sus largas y bonitas piernas vestían unas medias negras.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Un polvo de miedo (Especial Halloween 2015)


El 31 de octubre de 2015 acudí a una fiesta de Halloween que se organizaba en una inmensa cabaña en medio del bosque. Era como una mansión de madera, llena de jóvenes con ganas de pasarlo bien. Todos ellos disfrazados. Era un requisito indispensable para estar en la fiesta. Yo iba vestido de vampiro, con una larga capa negra, colmillos de mentira, la cara pintada de color pálido y demás parafernalia vampiresca. Vi algunos disfraces realmente trabajados y conseguidos, eran increíbles. Lo que más me gustaba era ver a las preciosas mujeres aprovechar la excusa para vestirse de forma provocativa. Me crucé con diablesas traviesas, piratas sexys, vampiresas calientes, zombies increíblemente atractivas, momias con muy pocas vendas en el cuerpo...

A mitad de noche me encontraba en el terrorífico jardín de la "casa encantada" hablando con una bruja, ambos con varias copas en el cuerpo. De bruja solo tenía el disfraz, porque la chica era encantadora. Tenía el pelo totalmente negro y le quedaba bien aunque lo llevara enmarañado y desastrado para dar realismo a su personaje. Iba maquillada en relación a su disfraz, con mucho maquillaje oscuro alrededor de los ojos y los labios pintados de negro. Pese a tomarse en serio su disfraz, no dejaba de aprovechar la ocasión para lucirse. El disfraz de bruja hacía un buen escote resaltando sus grandes pechos, y la falda de varios pliegues no estaba ajustada pero era corta. Gracias a eso se veían unas largas y bonitas piernas cubiertas por unos leggings negros ajustados. También llevaba botas y un sombrero de bruja en la cabeza.

Al cabo de un rato la conversación y el alcohol habían incrementado la confianza entre nosotros. Fui yo el primero en lanzar algún flirteo.
 - La verdad es que tiene mérito estar tan guapa con ese disfraz.
 - En realidad no soy nada guapa, es gracias a una pócima mágica. - Dijo con la sonrisilla de quien le gusta jugar.
 - Jajaja. Pues funciona. Podrías enseñarme a prepararla.
 - Claro. Pero me falta un ingrediente...
La bruja sexy se pegó a mí y metió con disimulo la mano por dentro del pantalón de mi disfraz. Agarrándome con firmeza de los huevos me susurró al oído:
 - Semen de vampiro...

lunes, 5 de octubre de 2015

Rachel, la profesora - II. Premio anal

Este relato es la continuación de Rachel, la profesora.


Llamé a la puerta dando dos firmes golpes en ella con mis nudillos.
 - Adelante. - Dijo una voz femenina y madura desde dentro.
Abrí la puerta y entré decidido al despacho de mi profesora de inglés. La Srta. Rachel levantó la cabeza de su ordenador para ver quién entraba en su despacho y ver que era yo le provocó la mueca de una sonrisa mal disimulada.

Cerré la puerta tras de mí y me quedé de pie. Desde aquella vez que mi profesora había buscado motivarme mediante el sexo, cada vez que la veía me venía a la mente la imagen de la Srta. Rachel con mi semen goteando por sus tetas y su cara, prometiéndome que si conseguía aprobar me dejaría usar el único de sus agujeros sexuales que no disfruté.
 - Sabía que vendrías. - Dijo levantándose, al tiempo que se quitaba las gafas y las dejaba sobre la mesa.

Yo estaba en silencio. Ella sabía perfectamente a qué había ido, no hacían falta palabras. Rachel abrió su primer cajón, sacó un preservativo y lo dejó en la mesa con dulzura. Luego rodeó la mesa hasta ponerse delante de ella. Durante unos segundos nos miramos a los ojos. Esa simple mirada cargada de sexo empezó a despertar mi miembro. La profesora se giró dándome la espalda, para luego inclinarse hasta recostar la parte superior frontal de su cuerpo contra su propia mesa. En esa posición, usó sus manos para levantar su elegante falda hasta su cadera, haciendo que pareciera casi un cinturón. Dejó a la vista su redondo y firme culo decorado con un tanguita negro, el cual enseguida procedió a bajárselo lo suficiente como para que cayera él solo hasta los tobillos. Con un bonito movimiento de piernas apartó el tanga a un lado. Para terminar, abrió las piernas formando un triángulo entre ellas y el suelo. Pasaron unos segundos sin que se moviera por lo que deduje que ya me tocaba a mí.

miércoles, 1 de julio de 2015

Compartiendo una pelirroja



Una tarde muy aburrida. Sin nada que hacer y tirado en el sofá de casa desaprovechando mi tiempo. Me vestí y salí de caso. Crucé el rellano y llamé a la puerta de en frente, donde vive mi vecina Eva. Llamé al timbre con la esperanza de que a Eva le apeteciese salir por lo menos a tomar unas cervezas. No hubo respuesta. Volví a llamar. Lo mismo. Llamé una tercera vez. Al fin oí unos pasos al otro lado de la puerta. Me abrió Eva, pero no cómo me la esperaba. Con una mano sostenía la puerta y con la otra la toalla que cubría su cuerpo.
-          Uy, ¿te estabas duchando? Perdón…
-          Eh… No, en realidad no…
Me extrañó, ya que al ver que estaba desnuda y solo cubierta por una toalla pensé que estaría en la ducha o a punto de entrar en ella. Entonces oí una voz femenina en el interior de su casa que llamaba a mi vecina. Eva se disculpó un momento, dejó la puerta entornada y se adentró en su casa. Segundos después volvió a aparecer frente a mí.
-          ¿Quieres pasar? – Me dijo con una sonrisa. Una sonrisa que yo conocía perfectamente y sabía lo que significaba.
Contesté con otra sonrisa y entré en la casa. En cuanto cerró la puerta tras de mí, Eva dejó caer su toalla en el suelo, dejando al descubierto ese precioso cuerpo que yo tantas veces había visto y disfrutado. Me dio una palmadita en el culo y me cogió de la mano para llevarme a su dormitorio.

En su cama había una preciosa pelirroja, totalmente desnuda, con la mano acariciándose la entrepierna, seguramente pensando en lo que pasaría a continuación.
-          Esta es Rebeca. Él es Juan. – Nos presentó Eva.
Llegué al borde de la cama y ambas mujeres se lanzaron sobre mí como lobas. En un abrir y cerrar de ojos me habían desnudado y tumbado en la cama.

sábado, 20 de junio de 2015

Sexo salvaje en altamar



A las 10 de la mañana me encontré con mi amigo Carlos en el puerto. Nos había invitado a pasar el día en su barco. Estábamos los dos y Fran, otro amigo. Solo faltaba por llegar Andrea, que nos había dicho que vendría con una amiga. Cinco minutos después aparecía Andrea acompañada de su amiga, ambas en bikini. Al llegar nos presentó.
- Hola chicos, esta es Sofía.
Ella no saludó a todos con una bonita sonrisa.

Sofía era morena, de pelo liso y largo. Tenía una bonita figura. Bonitas piernas, bonitas tetas, bonito rostro, bonitos ojos... Tenía un gran atractivo físico, y luego descubriríamos que su personalidad también era atractiva. Algo que me llamó mucho la atención de Sofía fueron sus labios. No suelo fijarme mucho en esas cosas. Suena superficial, pero la vista me suele ir a las tetas, el culo o el cuerpo en general. Si una chica me llama la atención por sus ojos, labios, sonrisa, etc, es porque es realmente increíble. Pues de Sofía me encantaron sus labios. Eran bonitos y parecían deliciosos. Cuando me dio los dos besos noté una textura y un roce que me encantó. En seguida pensé en que sería capaz de elevarme al cielo usando esos labios. Además, cuando sonreía, asomaban entre ellos sus también bonitos y relucientes dientes blancos, quedando una sonrisa para enmarcar.

Su cuerpo estaba decorado por un tatuaje de un corazón en el costado izquierdo y uno de un barco velero en un tobillo. Cuando emprendimos el camino al barco de Carlos, al ir detrás de las chicas, descubrí también otro tatuaje, esta vez de un triángulo con un círculo dentro, en la parte central de la espalda pero un poco más abajo y a un lado. El tercer tatuaje no fue todo lo que descubrí, mi posición también me permitió observar su firme y redondo culo, tan bonito como el resto de su cuerpo.

Llegamos donde estaba atracado el barco y fuimos pasando de uno en uno. Era un catamarán de buen tamaño, perfecto para salir a pasar el día en altamar con un grupo de amigos, y tenía dos camarotes interiores con una cama en cada uno. Dejamos todas nuestras cosas en uno de estos camarotes y salimos a cubierta a abrir las primeras cervezas y emprender nuestro viaje.

A la hora de comer anclamos el barco y nos montamos un pequeño picnic en la cubierta. Comimos bajo el sol como auténticos señores. Sofía no paraba de rellenarse la copa de vino blanco, y eso le estaba provocando soltar algunos comentarios picantes que a los hombres presentes nos encantó escuchar. Al acabar de comer Sofía ya nos había encandilado a todos. Su personalidad agradable y extrovertida, con un buen toque de morbo, acompañaba perfectamente su radiante cuerpo, y nos provocaba a los tres hombres el deseo de querer empotrarla contra todas las paredes del camarote.

lunes, 20 de abril de 2015

El agujero de Andrea



Pablo y sus amigos se acercaron a una de las mesas grandes de la cafetería. En ella había dos chicas sentadas, Andrea y su amiga. La mesa era suficientemente grande como para sentarse dos grupos de personas sin molestarse unos a otros, sin embargo Andrea no lo veía así.
 - Eh, raritos, está ocupado. - Dijo en tono burlón.
Los chicos, tímidos como siempre, no dijeron nada y se buscaron otra mesa.

Andrea, Pablo y sus respectivos amigos iban todos a la misma clase en la universidad, y de ahí se conocían. Realmente su relación iba poco más allá de saber quienes son. Andrea era muy guapa y tenía un cuerpazo, y como ocurre en muchos casos así, eso se le subía a la cabeza y le hacía mirar a los demás por encima del hombro. Básicamente era muy creída. Era una tía buena pero una zorra. A Pablo y sus amigos nunca les ha dirigido la palabra en tono amistoso, siempre despectivamente. Solía vestir con buen escote para lucir su prominente delantera, y cuanta menos ropa mejor. Tenía un bonito pelo castaño ondulado que hacía juego con sus ojos.

Más tarde ese mismo día, en el descanso de una de las clases, a Pablo se le escapó una furtiva e involuntaria mirada al escote de Andrea, con tan mala suerte que ella se dio cuenta.
 - ¡¿Qué haces mirándome las tetas, pervertido?!
Pablo bajo la mirada al suelo, sonrojado. Oía las risitas de las amigas de Andrea.
 - Seguro que luego se la casca y todo, qué asco...
La verdad es que Andrea había sido la protagonista de sus fantasías y de las de sus amigos en alguna ocasión.

lunes, 30 de marzo de 2015

Mi prueba de iniciación


Era mi primer año de universidad y estaba decidido a entrar en la fraternidad Sigma Epsilon Xi. Había oído hablar de las increíbles fiestas que daban y, sobre todo, del ambiente cargado de sexo que siempre rodeaba a sus miembros. Los miembros de Sigma Epsilon Xi disfrutaban de una intensa vida sexual con las chicas de otras sororidades, principalmente con las impresionantes mujeres de la sororidad femenina Pi Alfa Mi.

El estudiante o la estudiante que entraba en Sigma Epsilon Xi sabía perfectamente lo que le esperaba. Sexo, mucho sexo. El sexo entre sus miembros era algo casi cotidiano, sin necesidad de emparejarse unos con otros. Fiestas salvajes, olimpiadas sexuales, ceremonias en busca de batir algún récord sexual… La vida en esta fraternidad era así de alocada.

Pi Alfa Mi, sin embargo, solo aceptaba mujeres. Y no cualquier mujer. Toda mujer de esa sororidad tenía un físico impresionante y unas excelentes habilidades para producir placer. Las Pi Alfa Mi están tan dispuestas a disfrutar del sexo como cualquier miembro de Sigma Epsilon Xi. Era costumbre entre ellas pasearse por la residencia de la sororidad en ropa interior o incluso completamente desnudas, y las orgías lésbicas estaban a la orden del día. La bisexualidad era un requisito indispensable para ser miembro. Casi lo primero que pregunté fue sobre el nombre de la sororidad. No había necesitado ayuda para comprender que la fraternidad a la que intentaba acceder se llamaba Sigma Epsilon Xi por ser las siglas en el alfabeto griego de SEX, sin embargo el por qué de Pi Alfa Mi se me escapaba. ¿PAM? Pues resulta que son las siglas de “coño”, “culo” y “boca” en inglés (pussy, ass, mouth), los tres agujeros que toda perteneciente a Pi Alfa Mi debe tener disponibles para su uso.

domingo, 15 de febrero de 2015

Dos hombres para Luna



Era un viernes por la noche y habíamos quedado cuatro amigos a tomar unas cervezas y ponernos al día de nuestras vidas. Hacía tiempo que no nos veíamos. Fuimos a un local donde antes solíamos ir con frecuencia. Un sitio tranquilo, con la música con el volumen perfecto para dar ambiente y a la vez permitir conversaciones en las mesas sin tener que elevar la voz. Nos pedimos una cerveza cada uno y empezamos a contar las novedades en nuestras vidas.

Cerveza tras cerveza fue pasando la noche, hasta que dos amigos ya estaban cansados y se fueron. Nos quedamos Andrés y yo, que no teníamos prisa ninguna por irnos a casa. En mitad de la conversación vi que la mirada de Andrés apuntaba a otro sitio.
- Mira Juan, mira esa tía…
Me giré disimuladamente y en seguida detecté a la chica de la que hablaba. Era una morena muy sexy y joven, sería de nuestra edad. Tenía rapado un lado de la cabeza y lo demás era una larga melena negra. Vestía una camiseta de tirantes con buen escote y un pantaloncito. Un reluciente piercing decoraba su labio inferior. Era guapa y sexy. Estaba sentada en una mesa cercana fumando y hablando con quien debía ser una amiga suya. Aunque su amiga también estaba buena, no podíamos apartar la mirada de la morena.

Un rato más tarde ambas se levantaron y fueron a la barra a pagar. A la morena se le cayó una moneda al suelo, y al agacharse asomó por encima de su pantalón un bonito tanga naranja. Andrés y yo nos miramos con cara de sorpresa y reímos en silencio. Comentamos de broma sobre tirarle cosas al suelo para que se agachara, no solo por el tanga, sino porque tenía un culo increíble. Daban ganas de bajarle el pantalón y follárselo ahí mismo.

jueves, 5 de febrero de 2015

La ducha compartida


El agua estaba helada. Por más que esperara no salía agua caliente en mi ducha. Ni siquiera hacía el amago de calentarse un poco. Nada. No tuve más remedio que buscar otra solución.

Volví a vestirme, cogí la toalla, el gel y el champú y salí al pasillo. Me acerqué a la puerta de enfrente y llamé. En seguida me abrió Eva, que se extrañó al verme llevando todo eso.
- Hola Juan. – Saludó con su habitual sonrisa encantadora.
- Hola Eva. No tengo agua caliente, ¿te importaría que me duchara en tu casa?
- Ah, no, que va. Ningún problema. Pasa.
Entré por la puerta al tiempo que se lo agradecía y me dirigí directo al baño, que ya sabía dónde estaba.

Poco después estaba yo en medio de la ducha calentita cuando oí la puerta abrirse. Vi cómo Eva entraba el baño con una de sus sonrisas pícaras que pone cuando quiere polla. Llevaba solo una toalla cubriendo su cuerpo. Cerró la puerta tras de sí y se plantó en medio del baño. Ella me miraba y yo la miraba. Entonces dejó caer la toalla al suelo, quedando completamente desnuda. Mi mano fue instintivamente hasta mi polla y me la acaricié lentamente. Eva sonrió aún más, e hizo el gesto de la paja con la mano, como invitándome a ello. Obedecí encantado y me masturbé con suavidad mientras ella ponía poses desde fuera de la ducha. Me enseñaba el culito, se lamía los dedos, se acariciaba las tetas, se abría de piernas… Se ponía cachonda viendo cómo me masturbaba mirándola.

sábado, 24 de enero de 2015

La despedida de soltera



Faltaba poco para la boda de una amiga de Lucía, y como dicta la tradición, había que celebrar la despedida de soltera. La novia y sus amigas fueron a un club de striptease donde tenían una mesa reservada. Al llegar les condujeron a su mesa, en la que ya había un par de botellas de ron y ginebra esperándolas. Nada más sentarse se sirvieron las primeras copas, ansiosas de que la fiesta empezase.

Lucía y sus amigas disfrutaban de los espectáculos de striptease a cargo de fornidos y musculosos hombres. Ellas les gritaban guarrerías. Ellos recorrían el local bailando y desnudándose, y se acercaban de vez en cuando a ellas, delatadas por sus diademas típicas de despedida de soltera. Cuando los strippers pasaban por su mesa, ellas tocaban sus tornos y acariciaban sus cuerpos. Al igual que sus amigas, Lucía se estaba poniendo tremendamente cachonda. Ya se había sorprendido a sí misma acariciándose la entrepierna un par de veces. Pollas y más pollas pasaban por su lado. Y con cada una de ellas Lucía se ponía más cachonda.

Uno de los strippers sorprendió al grupo cuando, bailando junto a la mesa de aquellas mujeres, cogió a Lucía de la mano y la llevó al centro del local, donde la sentó en una silla. Sus amigas chillaron histéricas de emoción. Así se encontró Lucía, en medio de un local de striptease con un hombre desnudo bailando a su alrededor. En cierto momento el stripper comenzó a hacer movimientos pélvicos circulares, de forma que su miembro se movía en círculos a escasos centímetros de la cara de Lucía, hasta que sin querer golpeó su rostro con ella. Lucía rio tímidamente. Sus amigas estallaban en carcajadas en su mesa. El stripper siguió a lo suyo, y Lucía seguía poniéndose más y más caliente.

lunes, 5 de enero de 2015

Amarna en el jacuzzi



Después de un largo viaje por fin estaba en el hotel, cansado y de mal humor, esperando que el recepcionista me entregara la llave de mi habitación. Cuando ya la tuve en mi poder, me encaminé hacia el ascensor para retirarme a mi habitación a descansar. De repente, una brisa de aire fresco en forma de belleza pelirroja me sacudió. Justo en ese momento, ella cruzaba el salón hacia la salida. En cuanto la vi se me aceleró el corazón. No podía creer que fuera ella, pero sí que lo era. Era… Amarna.

Amarna era una compañera de trabajo. Era increíble. Guapísima, simpática, agradable y con un cuerpo difícil de ignorar. Su personalidad encantadora y risueña, junto con el aspecto algo inocente que daba su pálida piel y su bonita sonrisa, solo hacían que aumentar su atractivo. No era la típica buenorra operada hasta las cejas que va provocando y llamando la atención por donde pasa, sino una simple preciosidad totalmente natural. Me había enamorado de mil formas. Con el pelo corto, largo, liso, rizado, rubio, moreno… Incluso verde, azul o violeta. Y cualquiera de ellos quedaba bien con sus relucientes ojos color celeste. En cierta ocasión me pareció oírle comentar a alguien que su color natural era el castaño, pero nunca la había visto de tal forma. En aquel momento lucía un brillante pelo naranja, casi rojo. La verdad es que había poca relación entre nosotros que fuera más allá de lo laboral. Algún saludo de vez en cuando, un par de frases cruzadas, aunque siempre con una sonrisa.

La vi salir del hotel y ella ni se percató de que estaba por allí. No me recuperé de la sorpresa a tiempo como para coger fuerzas y saludarla. Al perderla de vista la pesadez del viaje volvió a caer sobre mi cuerpo y me fui a la habitación.

Dormí unas horas y me levanté como nuevo y fresco, así que salí a cenar de inmediato. De vuelta en la habitación, ya con el estómago lleno, me acosté en la cama e intenté dormir, pero no tenía sueño. Al cabo de un tiempo me di por vencido y, totalmente desvelado, decidí aprovechar por una vez las ventajas del hotel. Fui al gimnasio y me lo encontré desierto. Me cambié en el vestuario y me puse un bañador. Luego fui hasta el jacuzzi y me metí en él despacio. El agua estaba perfecta. Dentro del jacuzzi había una especie de escalón dónde sentarse cómodamente y apoyar la espalda en el respaldo. Presioné un botón que vi a un lado y el jacuzzi se puso en marcha. Se estaba muy bien allí. Sólo se oían las burbujas. El casi completo silencio me ayudó a relajarme.