Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Venganza infiel



Alberto gimió con fuerza y descargó abundantemente dentro de ella, que apretaba los dientes por el placer que le producía notar el semen calentito inundando su interior. Apretaba las uñas en la espalda de Alberto, quien se aseguró de haber expulsado todo lo que tenía antes de sacarla. Tras un par de minutos de descanso, él se fue a la ducha y ella se quedó en la cama. Aún notaba el semen goteando en su entrepierna.

Cuando Alberto llegó a su casa, se encontró a su mujer esperándole en la cama. Teresa estaba tirada en la cama y llevaba puesto el conjunto preferido de su marido: medias, braguitas y sujetador; las tres piezas blancas y con bonitas transparencias. Alberto sabía lo que su mujer buscaba cuando se la encontraba así. Se quedó quieto mientras ella le iba desnudando prenda a prenda. Cuando sólo le quedaban los calzoncillos, Teresa cogió su mano y le llevó hasta un sillón al lado de la cama. Se sentó él y luego ella encima. Moviendo la cintura con sensualidad, Teresa rozaba su entrepierna con la de Alberto, que estaba empezando a endurecerse.

Alargando la mano, Teresa abrió un cajón y sacó unas esposas. Los dos se miraron sonriendo con complicidad. Esposó las manos de Alberto a una madera horizontal que tenía el sillón tras su respaldo. Luego siguió frotando su cuerpo contra el de él. El miembro de Alberto ya estaba durísimo y amenazaba con salir del calzoncillo. Teresa se levantó del sillón y se movió sensualmente delante de su marido. La forma en que movía el culo y acariciaba sus pechos estaba volviendo loco a Alberto, que de no estar esposado se habría abalanzado sobre ella.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

La webcam de Sara



Eran ya altas horas de la noche cuando acabé el trabajo que tenía pendiente. Estaba sentado en la cama, con el portátil delante, rematando los últimos detalles. Cuando por fin lo acabé, me apetecía mucho echarme en la cama a dormir. Sin embargo, me invadieron unas ganas aún mayores de masturbarme, y contra eso es mejor no competir.

Me metí en una página de webcams amateur que visitaba de vez en cuando. Incluso tenía una cuenta con algunos créditos. Me gustaba principalmente ver mujeres solas, pero a veces también veía parejas. Fui cambiando de sala viendo lo que había. Durante este "zapping" me topé con una morenaza poniendo sus grandes pechos en primera plana. Supe que era morena por el pelo que le caía por los lados, pero solo se veían sus tetas en sujetador. 

Me quedé en la sala esperando que se quitara el sujetador pero, en lugar de eso, me llevé una tremenda sorpresa. Cuando ajustó la cámara para que se le viera mejor, pude ver su cara y... ¡Era una amiga mía! Me quedé unos segundos impactado. Me fijé bien para asegurarme de que no era un simple parecido. No, no. Era ella. Era mi amiga Sara. Aunque estaba seguro, se confirmó del todo cuando habló para responder a otro de los usuarios que había en su sala. También era su voz, no había duda. Todos tenemos alguna amiga sexy que nos encantaría ver desnuda, y en mi caso Sara era una de ellas. Sobre todo, por esa delantera que a todos nos llevaba locos.

miércoles, 12 de julio de 2017

Os dejo a mi mujer



De nuevo otra excitante historia que vivimos mi novia Mónica y yo en el club de intercambio que frecuentábamos. Esta vez estábamos en el bar tomando una copa tranquilamente cuando se nos acercó un hombre con una propuesta inesperada. Esa es parte de la gracia de un club de ese estilo, que nunca sabías cómo iba a acabar la noche.

El hombre nos contó con total naturalidad que uno de sus fetiches sexuales era ver a su mujer teniendo sexo con otras personas. Su mujer se había fijado en nosotros y él quería saber si estaríamos dispuestos a satisfacerlo de aquella manera. Insistió en que él no participaría en ningún momento, solo miraría, se tocaría y pediría alguna cosa. Vi el característico brillo en los ojos de Mónica de cuando le excita una idea, así que me animé a ello. Solo quedaba una cosa: ver a la mujer con la que teníamos que follar.

Le preguntamos quién era su mujer y él señaló a una mesa desde donde una mujer nos saludó tímidamente con la mano. Era pelirroja, con el pelo ondulado y pecas en la cara. Tenía un rostro inocente pero bonito. Aunque estaba sentada, parecía ser pequeñita. Tenía poco pecho pero su cuerpo en su totalidad resultaba atractivo. Con la mirada que compartí con mi novia quedó claro que a los dos nos había gustado, así que miramos al hombre y le dimos el "Sí, quiero... follarme a tu mujer."

miércoles, 31 de mayo de 2017

Una niñera obediente



Alicia salió del dormitorio de los niños tras haberlos dejado dormidos en sus camas. Trabajaba cuidando de ellos algunos fines de semana mientras estudiaba en la universidad. Eran los hijos de una pareja bastante adinerada y los padres solían estar bastante ocupados.

Fue a la cocina a beber algo mientras esperaba que llegara alguno de los padres para poder irse a casa. Sacó una botella de vino medio vacía de la nevera y se sirvió una copa. Solo había dado un sorbo a su bebida cuando oyó la puerta principal abrirse, y luego cerrarse. Apareció en la cocina el padre de los niños.
 - Hola Alicia.
 - Hola Antonio.

Antonio era un hombre maduro y atractivo, ya en la cuarentena de edad. Su pelo corto y moreno siempre bien peinado lo adornaban unas pocas canas que, en lugar de quedarle mal, le daban un toque sexy. Siempre vestía elegantemente y hablaba correctamente y con formalidad. Alicia, por otra parte, era joven, despreocupada, siempre con su pelo castaño y ondulado suelto. En contraposición de Antonio, ella solía vestir muy informal, con blusas escotadas y pantalones cortos, como era el caso aquella noche.

miércoles, 10 de mayo de 2017

El fetiche del jefe



Había nuevo jefe en la oficina, y aquel era su primer día. Dio un breve discurso ante los trabajadores y luego se refugió en su despacho a arreglar un papeleo pendiente. Todos siguieron con sus labores como cualquier otro día, pero Inma tenía una idea mejor. Quería tener el favor del jefe desde el principio, y para ello estaba dispuesta a recurrir a su cuerpo. El nuevo jefe era algo mayor, pero eso no suponía un problema para ella.

Inma se levantó de su puesto y fue al baño. Una vez allí, se arregló para ofrecer una imagen aún más sexy y atrevida. Se aplicó brillo en los labios y unas gotas de perfume. Se miró al espejo. Se soltó la coleta que se hacía normalmente para trabajar y se acomodó el largo pelo sin dejar de mirar su reflejo en el cristal. Estaba estupenda, y ella lo sabía. Sin embargo, también sabía cómo son los hombres, así que se hizo un par de retoques más. Se desabrochó un botón más de la camisa, dejando un pronunciado escote en el cual se podía ver ligeramente el sujetador. Finalmente, se levantó unos centímetros la falda ajustada que llevaba. Una última mirada al espejo y decidió que estaba lista.

Salió del baño, cogió unos papeles para disimular y fue directa al despacho del jefe, intentando pasar desapercibida entre la gente. Se fijó en que las persianas del despacho estaban ya cerradas, lo cual venía muy bien. Tocó a la puerta y enseguida oyó la voz del jefe diciéndole que pasara. Eso hizo. Se aseguró de cerrar bien la puerta detrás de ella. Al entrar, Inma notó la mirada del nuevo jefe clavada en su cuerpo. Mirada que enseguida trató de disimular.
 - Hola, soy Inma.
 - Hola Inma, ¿en qué puedo ayudarte?
Inma cogió la silla que había delante del escritorio del despacho, destinada a la gente que venía a hablar con el jefe, y la movió para sentarse junto a él, sin mesa de por medio. Al jefe no pareció importarle.
 - Solo quería darle la bienvenida.
 - Ah, gracias, muy amable. Estoy encantado de estar aquí y espero llevarme bien con todos vosotros.
Mientras hablaba, Inma aprovechó para descalzarse disimuladamente, quedando sus pies cubiertos únicamente por las medias que llevaba y que subían hasta sus muslos.
 - También quiero decirle que estoy aquí para lo que necesite.
 - Gracias, otra vez. - Dijo el jefe con una sonrisa.
Inma rozó suavemente el tobillo de su jefe con su pie descalzo. Esto sorprendió al jefe, cuya única respuesta fue mirar para abajo y luego a Inma. Ella subió lentamente el pie, acariciando cada centímetro de la pierna del hombre, y mirándole fijamente a los ojos al tiempo que se mordía el labio inferior. Llegó a la altura de la entrepierna y, sin ninguna vergüenza, le acarició el paquete con el pie.
 - Para lo que necesite... - Repitió en ese momento Inma, ahora con un tono mucho más sensual.
Ahora, la sonrisa de agradecimiento del jefe había cambiado por una tensa expresión de nervios.

domingo, 26 de marzo de 2017

La novia sumisa



A Carlota le encantaba ser sumisa en la cama y su novio Abel se ocupaba felizmente de hacerla sentir así. Ella siempre ofrecía una ferviente obediencia hacia quien le gustaba pensar que era su amo, mostrándose dócil ante el manejo de su pareja sexual. Experimentaba una excitación especial en sentirse usada y en satisfacer a su novio cumpliendo sus caprichos sexuales.

Esa noche Abel y Carlota habían recibido en su casa a un amigo de éste. Cenaron los tres acompañando sus charlas triviales con una botella de vino. Lo interesante vino después de la cena. Los anfitriones insistieron a David en que se acomodara en el salón mientras ellos acababan de recoger la mesa. Una vez llevados los últimos platos a la cocina, antes de volver para reunirse de nuevo con David, Abel se acercó a Carlota y la besó con fuerza. Metió la mano por dentro del pantalón de su novia y acarició su entrepierna con los dedos.
 - ¿Eres una buena sumisa?
 - Sí... - Contestó ella entre suspiros de excitación.
Carlota acariciaba el miembro de Abel por encima del pantalón. Sospechaba que se le habría pasado por la cabeza otra de sus perversas ideas.
 - Te gusta chuparla, ¿verdad?
 - Me encanta...
Carlota ya había empezado a desabrocharle el pantalón a Abel, deduciendo lo que quería.
 - No... - Interrumpió él. - Quiero que se la chupes a David.
 - ¿Cómo...? - A Carlota le pilló por sorpresa esa petición.
 - Me encantaría ver cómo se la chupas a mi amigo.
 - Pero... - El resto de la frase desapareció entre sus suspiros provocados por Abel, que ahora no solo acariciaba su coño sino que lo masturbaba metiendo los dedos.
Abel pasó a adoptar un tono más imperativo. Lo que antes parecía una petición ahora sonaba como una orden.
 - Te digo que le chupes la polla a mi amigo. ¿Eres una buena sumisa o no?
Carlota estaba cada vez más excitada. Abel nunca le había pedido algo así. Su sumisión siempre quedaba entre ellos dos. Sin embargo, el deseo de satisfacer a su novio superaba cualquier otro pensamiento. Aunque su primera reacción fue de rechazo, en su interior crecían las ganas de cumplir el capricho de su novio.

sábado, 4 de febrero de 2017

La banda y la groupie



El solo de guitarra marcó el final de la canción y, con ello, el final del concierto. Les había salido un concierto bastante bueno y se retiraron del escenario satisfechos. Cuando los miembros de la banda se hubieron limpiado e hidratado, se dio paso a los fans que disponían de la experiencia conocida como meet&greet, gracias a la cual podían acceder al backstage y conocer a los artistas. Un grupo de unas 10 o 12 personas entró por la puerta del camerino con los ojos brillantes de ilusión y las manos temblando de nerviosismo.

Los miembros de la banda estuvieron hablando un rato con el grupo de fans, firmando fotos y fotografiándose con ellos. Entre ellos destacaba una joven de pelo negro y ojos oscuros que llevaba el nombre del grupo escrito en la frente. Vestía unos vaqueros largos y ajustados marcando culo, y una camiseta caída por un hombro dejando ver la tira del sujetador. Tras un rato más que suficiente para conocer a tu grupo de música favorito, el encargado de relaciones públicas fue indicando a los seguidores que abandonaran el camerino. La atractiva morena, que en ese momento estaba hablando con el guitarrista, se acercó a su oído y le susurró si podía quedarse un rato más. Un par de gestos entre él y el relaciones públicas bastaron para que dejaran a la chica quedarse en el camerino.

Abandonaron el lugar todas las personas ajenas al grupo, y algún miembro de la banda que se retiraba a descansar. En el sofá del camerino quedaron el guitarrista, la chica y el vocalista del grupo, y en una silla frente a ellos se bebía una cerveza el batería. Aún se le notaba un poco nerviosa, y más ahora que era el centro de atención, pero poco a poco se fue calmando y actuando cada vez con más normalidad.