Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

miércoles, 12 de julio de 2017

Os dejo a mi mujer



De nuevo otra excitante historia que vivimos mi novia Mónica y yo en el club de intercambio que frecuentábamos. Esta vez estábamos en el bar tomando una copa tranquilamente cuando se nos acercó un hombre con una propuesta inesperada. Esa es parte de la gracia de un club de ese estilo, que nunca sabías cómo iba a acabar la noche.

El hombre nos contó con total naturalidad que uno de sus fetiches sexuales era ver a su mujer teniendo sexo con otras personas. Su mujer se había fijado en nosotros y él quería saber si estaríamos dispuestos a satisfacerlo de aquella manera. Insistió en que él no participaría en ningún momento, solo miraría, se tocaría y pediría alguna cosa. Vi el característico brillo en los ojos de Mónica de cuando le excita una idea, así que me animé a ello. Solo quedaba una cosa: ver a la mujer con la que teníamos que follar.

Le preguntamos quién era su mujer y él señaló a una mesa desde donde una mujer nos saludó tímidamente con la mano. Era pelirroja, con el pelo ondulado y pecas en la cara. Tenía un rostro inocente pero bonito. Aunque estaba sentada, parecía ser pequeñita. Tenía poco pecho pero su cuerpo en su totalidad resultaba atractivo. Con la mirada que compartí con mi novia quedó claro que a los dos nos había gustado, así que miramos al hombre y le dimos el "Sí, quiero... follarme a tu mujer."


Nos sentamos en la mesa con aquella pareja para mantener aunque fuera una mínima conversación introductoria previa a las guarradas que íbamos a hacer. Ya de cerca me pareció aún más guapa aquella chica. Rondaría los treinta y pocos años, aunque su marido parecía algo mayor. Sus ojos eran verdes y su nombre, Lidia. Sus formas, su voz y sus gestos desprendían la misma inocencia que su rostro, aunque visto el fetiche de su marido, eso debía cambiar en la cama. Vi que Mónica ponía su mano en el muslo derecho de Lidia. Yo, que estaba al otro lado de aquella chica, hice lo mismo y puse mi mano en su otro muslo. Ella correspondió con una risita tímida. Entre roces, comentarios y miradas fuimos calentando el ambiente hasta que llegó el momento de subir a una habitación.

Borja, el marido de Lidia e iniciador de esta aventura, se acomodó en un sillón orientado hacia la cama. En ella, Mónica y yo nos repartíamos los besos de Lidia. Sus besos eran muy tiernos, pero a la vez cargados de erotismo. Entre mi novia y yo fuimos desnudando a aquella chica. Al tiempo que su ropa iba cayendo al suelo, íbamos descubriendo su cuerpo suave y decorado con pecas al igual que su cara. Tumbamos a Lidia en la cama y, mientras Mónica acariciaba sus pechos y los besaba, yo le fui quitando la ropa de cintura para abajo. Quitándole las braguitas descubrí un pubis con vello rojizo, fino y recortado. Su bonito aspecto me instó a acariciarlo y así lo hice.
 - Que empiece ella. - Se oyó desde el sillón.
A mí también me pareció una buena idea. Me retiré de la cama y dejé a las dos mujeres conocerse íntimamente.

Mónica se fue desnudando sin dejar de acariciar y besar a Lidia. Cuando ya estuvo completamente desnuda, ambas dejaron una imagen muy bonita de sus dos cuerpos entrelazados, como si sus piernas estuvieran anudadas. Y sin dejar de moverse lentamente provocando un erótico roce por la mayor superficie del cuerpo posible, Mónica metió la lengua en la boca de Lidia. Después la paseó por su cuello. El siguiente paso fue lamer sus pequeños pezones. Y así siguió, paso a paso, hasta que hundió su cabeza entre las piernas de Lidia.

Borja ya se había sacado el miembro del pantalón y lo acariciaba mientras observaba a mi novia comerle el coño a su mujer. Yo me desnudé para estar listo cuando fuera mi turno. Entre los roces anteriores y la bonita vista que tenía ahora, mi polla ya estaba dura y preparada.
 - Ahora tú, Lidia.
Se cambiaron las tornas y ahora era Mónica quien se retorcía de placer mientras la lengua de Lidia exploraba sus cavidades vaginales. Tanto Borja como yo, nos masturbábamos lentamente observando la escena. Yo me moría por participar. Se me hicieron eternos los pocos minutos que estuve esperando.

Al fin me tocó entrar en escena. A petición del marido, Lidia y yo nos quedamos solos para empezar a conocernos. Lo primero que hice fue volver a besar a Lidia. Me encantaba sentir la deliciosa textura de sus labios en los míos. Mientras nos besábamos, la mano de Lidia me agarró la polla con firmeza. Me masturbaba suavemente y con la otra mano acariciaba mis huevos. El contacto de su dulce piel con cualquier parte de mi cuerpo era algo glorioso, y especialmente con esas partes. Pero para Lidia no todo iba a ser dejarse llevar, sacó algo de carácter y me empujó contra la cama. Bajó hasta la altura de mi cintura y empezó a lamer mi miembro. Estuvo jugando un poco con la lengua y luego se la metió en la boca. La chupaba con un cariño como si fuéramos novios de toda la vida. Si ya era preciosa de normal, lo era más aún con mi polla en la boca.

Por un momento, las artes felatorias de Lidia me habían abstraído de lo que ocurría a nuestro alrededor, pero luego caí en que no estábamos solos. Eché un vistazo a mi lado. Borja ya seguía en su línea de masturbarse lentamente sin apenas parpadear. Mónica también se estaba tocando. Nos miraba con una expresión de perversión absoluta mientras se metía los dedos. Me sonrió al ver que la miraba.

Pero lo mejor de la noche estaba por llegar, y Borja dio paso a ello pidiendo a Mónica que se uniera a nosotros. Mi novia por poco salta a la cama de las ganas que tenía de participar. Se juntó a Lidia en la zona baja de la cama y compartieron mi pene. Aquello se convirtió en un baile de lenguas que se repartían mi miembro y mis testículos, así como se entrelazaban entre ellas. Me encantaba ver cómo se miraban entre ellas y sonreían una a la otra con mi polla de por medio. Por no hablar de cuando las dos me miraban a mí. Los ojos verdes y claros de Lidia contrastaban con los oscuros y penetrantes de Mónica. Cuatro bonitos ojos clavados en mí y dos increíbles lenguas saboreándome.
 - Hasta el fondo, chicas.
Esa petición dio lugar a una especie de duelo amistoso de gargantas. Mónica y Lidia se turnaron para engullir mi polla hasta el fondo de sus gargantas. De haber sido una competición, habría ganado mi chica, y no es algo que me extrañara. Ya en el primer intento toda mi polla desapareció en su boca. A Lidia le costó un poco más pero también lo consiguió. A cada intento miraba a su marido en busca de aceptación, y éste no cedió hasta que Lidia alojó todo mi miembro en su garganta. Con una lagrimilla cayendo por su mejilla por el esfuerzo, sonrió al ver satisfecho a su marido.

Mónica fue la que dio un paso al frente para pasar al siguiente nivel. Sacó un condón y me lo puso. Luego, dando un par de palmadas a Lidia en el culo, la animó a cabalgarme. La sonrisa de Lidia demostró que le parecía una excelente idea. Se sentó lentamente sobre mi polla hasta que estuvo toda dentro de su cuerpo. Me miraba y se mordía el labio. Yo posé mis manos en su cintura y juntos comenzamos un sensual movimiento que se fue acelerándose poco a poco. Mónica, agachada detrás de Lidia, usaba su lengua para estimularnos a ambos. Iba alternando entre lamer mis huevos y el culo de Lidia. Si ya era una delicia follarse a esa pelirroja, la lengua de Mónica era la guinda del pastel.

En su sillón, Borja ya se masturbaba con energía. La escena que contemplaba lo merecía. Tiempo atrás habría estado incómodo siendo observado mientras estaba desnudo o follando, pero gracias a ese club de intercambio no solo había aprendido a compartir mi sexualidad sino también a verla y sentirla con naturalidad. A Mónica, sin embargo, siempre le había excitado mucho ser observada y ser objeto de deseo. Le iba echando miradas furtivas a Borja. Le gustaba ver cómo se auto complacía usando nuestra imagen como estímulo.

El marido de Lidia no paraba ni un segundo de pajearse mientras nosotros íbamos cambiando de posturas y de actos sexuales a petición suya: haciendo la cucharita con Lidia mientras ella se besaba y acariciaba con Mónica, Lidia chupando mi polla mientras Mónica le comía el coño, follándome a Lidia a cuatro patas mientras ella se lo comía a Mónica, y un largo etcétera. El común denominador siempre era que mi novia y yo estábamos centrados en hacer disfrutar a Lidia. No se nos dio nada mal ya que nuestra amiga pelirroja llegó a correrse hasta en tres ocasiones. Después de cada una de ellas siempre miraba a Borja y ambos disfrutaban viendo el placer del otro. Borja, por su parte, se había calmado un poco, probablemente para evitar eyacular antes de que acabara el espectáculo.

Mientras cogía un poco de aire, Mónica se tumbó encima de Lidia y retomaron los juegos lésbicos que ya habían compartido al principio, besándose y acariciándose el cuerpo la una a la otra. Volví a la acción y no quise interrumpir aquella bonita escena, así que simplemente me colé entre las cuatro piernas y penetré a Mónica, cuyo gemido quedó ahogado por la boca de Lidia. Así, mientras ellas se besaban, se lamían los pezones, se acariciaban la entrepierna y demás, yo iba penetrando cada vez a una por turnos. Lidia usó sus suaves dedos para frotar el coño de mi novia Mónica al mismo tiempo que yo la penetraba y juntos conseguimos que se corriera por fin, lo cual fue un logro teniendo en cuenta lo que le cuesta llegar al orgasmo y que hasta entonces nos habíamos centrado en Lidia.

Gracias a breves descansos en los que dejaba a la pelirroja en manos de mi novia, había conseguido retardar la eyaculación lo máximo posible, pero el momento había llegado inevitablemente.
 - Me voy a correr...
Instantáneamente apareció en el rostro de Mónica la sonrisa y el brillo de ojos que siempre aparecían cuando me oía decir eso. Una expresión similar se vio también en Lidia.
 - Córrete en su cara. - Se oyó desde un lado de la habitación.
Me pilló un poco desprevenido, por momentos se me olvidaba que el marido de la mujer con la que estábamos haciendo un trío nos observaba desde un sillón.

Lidia se tumbó boca arriba en la cama y yo me coloqué de rodillas encima de su pecho, apuntando directamente a su rostro. Noté los pechos de Mónica apretándose contra mi espalda, y justo después apoyó la barbilla en mi hombro y me agarró el miembro con la mano. Me masturbó con fuerza sin dejar de apuntar a la cara de Lidia.
 - Me corro...
 - Cierra los ojos y abre la boca. - Le indicó mi novia a Lidia.
Ella obedeció justo a tiempo para recibir entre los labios parte de mis chorros de semen, que le cayeron mayoritariamente en las mejillas. Fue una buena corrida, que dejó bien cubierta la pecosa cara de aquella pelirroja. Mónica apretujó mi miembro para sacar las últimas gotas, las cuales recogió con el dedo para luego llevárselo a la boca.

Me dejé caer exhausto en la cama. Sin embargo, para ellos esto aún no había acabado. Borja se levantó del sillón con cara de estar llegando al final. Lidia se arrodilló frente a él para recibir su recompensa por un trabajo bien hecho. Mónica decidió dar el último toque morboso. Se colocó detrás de Borja, le agarró la polla y le masturbó como me acababa de hacer a mí. Borja la miró con desconcierto, pero obviamente no se quejó. No contenta con eso, mi novia también agarró del pelo a Lidia, con firmeza. Masturbó durante unos segundos a Borja hasta que se corrió en la boca de Lidia, en cuya cara aún goteaban los restos de mi orgasmo. Ésta se fue tragando todo conformo iba cayendo en su boca, hasta que no quedó nada.




No hay comentarios:

Publicar un comentario